LA INVITACIÓN
¿Qué diferencia hay cuando nos piden una cerveza y la
cobramos en el mismo momento que la piden o la invitamos? Es una pegunta que me he hecho más
de una vez y nunca he llegado a comprender que diferencia tan grande hay de una
a otra.
Debería ser lo mismo porque la intención de invitar no es
caer mejor o peor simplemente una manera de tratar bien al cliente por su
constancia en el lugar donde nos encontramos trabajando. Nosotros lo hacemos y
lo vemos así, pero el cliente lo toma como una obligación cuando lo hacemos.
Es más, él trato que
recibimos cuando invitamos es totalmente diferente cuando no lo hacemos, hasta
somos buena gente sin conocernos y todo ¿por qué? ¿por una invitación? ¿Es lo
que valemos entonces, no? Es la misma situación cuando se tienen amigos de carteras,
ese amigo que va sobrado de dinero, que invita y que puede hacerlo. ¿Pero qué
pasa cuando no pueda? El mejor ejemplo lo dijo El Barrio en una canción:
Tengo un amigo,
amigo de cualquiera,
tengo un amigo
que se llama cartera
tengo un amigo
tan pobre y embustero
que se hace fiel amigo
cuando usted tiene dinero.
Qué verdad tan grande
y que pena el ser así, es una cosa que se puede ver a diario, yo mismo lo he
vivido en mis propias carnes. En tiempos buenos económicamente cuando entraba
en un pub a tomar algo me sobraban las amistades o mejor dicho los conocidos,
por aquel entonces me sentía arropado y acompañado por muchas personas, pero en
tiempo difíciles es cuando se ve la realidad, quién te sigue tratando por quien
eres y no por lo que tienes, es ahí el ejemplo de cuando invitamos o no.
Ser amables siempre,
que no cuesta nada. Por una simple invitación no somos más profesionales o más agradables,
somos los mismos que os atendemos a diario. Pobre del hombre que se mide por su clase y a
penas sabe que en esta vida, tarde o temprano todos vamos al mismo sitio, donde
no existe la grandeza ni la pobreza, sino la simple igualdad.
“Si la vida es un tablero de
ajedrez, si tu quieres ser el rey, yo prefiero ser el peón. Con los años se
termina la partida y dormimos los dos en el mismo cajón”.
El Barrio.
Eduardo Portillo Fernández ©.
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