EL CLIENTE SIEMPRE
LLEVA LA RAZÓN
Buenas tardes señores,
¿cuántos serían para comer?. Así es la forma más habitual de recibir a los clientes,
con educación y respeto sin mirar la edad, la forma de ser o la forma de
vestir, el mismo trato que debiéramos recibir nosotros.
Empezamos llevando la bebida,
cuando se trata de vino es ahí donde se ve el cliente que quiere destacar de
los demás intentando demostrar unos dotes sobre el vino del que no sabe ni el nombre.
Nos hace descorchar la botella que más que guiarse por el nombre se deja llevar
por su precio, económico y del que espera alardear delante de sus amigos.
Servido el vino alza la copa e intenta ver su color olor y sus aromas, y lo que no sabe es que es un vino de mesa peleón,
aunque para él es el mejor del mundo.
A la llegada de los
platos nos sisea o nos llama como si llamase a un animal y todo ello porque
dice que el vino esta caliente. ¿No estaba de su gusto al descorcharse? No, ese no es el problema, es que ahí sigue el despecho hacia nosotros y como quiere
darse notar delante de sus colegas le echa la culpa al vino, al mismo
que media hora antes le parecía maravilloso. Y nosotros nos tenemos que limitar
a guardar silencio y entender lo que el cliente necesite. Pero lo que no saben que simplemente actuamos como él quiere que actuemos
para creerse que es, por un momento, un marqués que jamás será.
La humildad es lo que
a nosotros nos destaca porque siendo hosteleros también somos clientes y jamás
ponemos pegas cuando vamos a cualquier restaurante o bar, porque somos lo que
somos y tenemos lo que tenemos.
Es igual que a la hora
de almorzar o a cenar, viendo las puertas entrecerradas pasan y piden
sin dar ni si quiera las buenas tardes o las buenas noches, son las 4 y media
de la tarde y pretenden entrar a comer, sin pensar que nosotros también tenemos
casa, que también tenemos familia, y que por supuesto tenemos que descansar
porque apenas cuatro horas después tenemos que volver para continuar con
nuestro turno partido.
Pero no, eso no es así
.Estamos para servir sea la hora que sea, ¿cómo puede preguntar alguien a las
doce y media de la noche si la cocina esta abierta? ¿o si vamos a cerrar o no?,
viendo por ellos mismos que el local apaga sus luces, que el personal recoge las mesas,
que los cocineros se marchan para cambiarse. ¿Por qué no hacen lo mismo en la
sucursal del banco a las dos menos 1 minuto de la tarde? Porque el que está
sentado detrás de la ventanilla directamente te dice que no, y el que pregunta
se marcha sin mediar palabra ni rechistar, ¿son trabajadores igual que nosotros, verdad?
¿es por ello que deberíamos ir vestido de traje y corbata para que nos respeten igual?,
¿por qué se respeta ese horario y el nuestro no?. ¿A quién no le han cerrado las
puertas en más de un sitio por llegar 2 minutos antes de la hora de cierre
siendo para arreglar algo de gran importancia?, y pese a ello, nos tenemos que dar
la vuelta y volver en otro momento. ¿Por qué entrar en un bar a las doce y media
de la noche no es de gran importancia?, ¿tenemos que atender y ser nosotros los
que callamos la boca en vez del cliente?. ¿Y todo ello para qué? Para beber diez
cervezas más mientras varios trabajadores miran el reloj ansiosos por marcharse, pero para nosotros el cliente siempre lleva la razón , ¿verdad?.
Eduardo Portillo Fernández ©.
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