ENTERA DE YORK
7 de la mañana, un día más subiendo la cancela de un bar,
dormido, arropado por el calor de los motores de las cámaras. La barra atestada
de platos simétricamente con cucharillas y sobres de azúcar, esperando al
comensal que haga uso de ellos. Mantequillas, mermeladas y patés en un cesto de
mimbre listos para untar, y en un rincón, un tostador a gas calentando calderas
para tostar el pan al gusto del consumidor.
Primer cliente de la mañana, chaqueta, corbata y barba
rasurada: una entera de york, por favor, café cortado y sacarina.
Puesta su tostada levanta la voz y sin apenas mostrar su respeto empieza las críticas sobre un desayuno que apenas cuesta 1,80, ¿tan poco vale nuestro trabajo?, ¿no se nos valora con la intención que lo ponemos?. Todo ha sido por presentar la tostada cortada a la mitad en vez de ponerla de una pieza. Agachando la cabeza y pidiendo disculpas volvemos a empezar y a medio trabajo el cliente se indigna y se marcha. Todo ello en medio de una multitud de personas esperando poder desayunar. ¿Qué hemos de hacer para hacerlo bien? Uno se cree que cuando desayuna en la calle es como si se encontrase en su casa y nosotros los camareros intentamos que sea así, pero de nada vale porque nunca llegamos a acertar, no sabemos si toma azúcar o sacarina, si el café le gusta corto o largo, si la leche caliente o fría, en fin, un millón de preguntas para un simple desayuno.
Puesta su tostada levanta la voz y sin apenas mostrar su respeto empieza las críticas sobre un desayuno que apenas cuesta 1,80, ¿tan poco vale nuestro trabajo?, ¿no se nos valora con la intención que lo ponemos?. Todo ha sido por presentar la tostada cortada a la mitad en vez de ponerla de una pieza. Agachando la cabeza y pidiendo disculpas volvemos a empezar y a medio trabajo el cliente se indigna y se marcha. Todo ello en medio de una multitud de personas esperando poder desayunar. ¿Qué hemos de hacer para hacerlo bien? Uno se cree que cuando desayuna en la calle es como si se encontrase en su casa y nosotros los camareros intentamos que sea así, pero de nada vale porque nunca llegamos a acertar, no sabemos si toma azúcar o sacarina, si el café le gusta corto o largo, si la leche caliente o fría, en fin, un millón de preguntas para un simple desayuno.
A lo largo de la mañana, son muchos los clientes habituales
que con tan solos mirarlos ya sabemos que café tomara y cómo le gusta la
tostada, unos más amables que otros y aun
así algunos carecen del respeto hacia nosotros.
¿Me podrían explicar la cara de un cliente que va a desayunar
todos los días al mismo sitio y se encuentra una mañana una cara no conocida
detrás de la barra?, lo mira con cara de perdonarle la vida, y el pobre empleado
perdido ante el pedido que le hace dicho individuo, le exige:
"¡Una tostada de las dos partes de debajo de un bollo, pasaditas
y con manteca colorá!! Café descafeinado de máquina cortado con doble de azúcar", ¿Cómo entenderá el nuevo empleado este trabalenguas si apenas ha entendido lo que le están
pidiendo? ¿Por qué la cara de enfado del señor que lo pide? si ni en su casa se para por un momento a calentar
el café en el microondas si no se lo pone su mujer…. A ver quién le pone pegas
a eso.!!
Eduardo Portillo Fernández ©.
No hay comentarios:
Publicar un comentario