Sentado en la barra de un bar observando el movimiento de un equipo de
profesionales luchando por un servicio digno del cliente. Vienen y van sin
dejar atrás ni siquiera el más mínimo detalle, cortesía, amabilidad y por
supuesto la más fina hostelería. Vajillas y cuberterías adornan sus manos a la
salida de cada plato, mantelerías cubren las mesas esperando ser acariciadas
por los entrantes que esperan los clientes,
cuchillo y tenedor relucen frente al comensal esperando trinchar esa carne al
gusto del consumidor. Convoy adorna el centro de la mesa después de haber
bañado esa ensalada florecida en un bol con aromas de trufa y pétalos de rosa.
Peanas de copas pisan el mantel mientras miran esa botella que va ha ser
descorchada mientras un lito se desliza por su cuello para evitar el goteo.
Fusión de enseres de hostelería danzando al compas de los pasos del profesional
que los maneja, toda una obra de arte contemplada desde la barra del bar
haciéndome sentir como el mejor espectador.
En este pequeño texto expreso de la mejor forma posible lo maravilloso
que es el mundo de la hostelería en el
cual aprendemos cosas nuevas todos los días,
donde se ve el trabajo en equipo y como dice mi amigo Pepe; “más valen
dos heridos que un muerto”.
Eduardo Portillo Fernández ©.
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